24 de marzo de 2012

Historia de un parto (III)

............ (Continuación)


Ya en la sala de observación, yo seguía dormida. Empiezo a escuchar unas voces de fondo:


- "Lidia despierta" "Venga Lidia" "Despiértate"... y similares.


Poco a poco las voy escuchando más cercanas, hasta que por fin mi cuerpo reacciona y puedo entreabrir los ojos. Veo una sala muy iluminada, yo allí sola, con una bolsita colgando enchufada a mi vía (supongo que serían calmantes), a mi izquierda una ventana cerrada, y repartidas por la habitación, otras camillas separadas por cortinas blancas. No me puedo mover, mi cuerpo aún no quiere reaccionar. Quería hablar, gritar, correr, salir de allí, estar con los míos... pero no podía. En cuanto empiezo a tener un poco de conciencia,  lo primero que hago es ponerme a llorar como una niña chica. Se acerca una enfermera por allí, y al verme llorar me pregunta:


- "Pero por qué lloras mujer?


Luchaba por poder hablar. En cuanto pude, las primeras palabras que salieron de mi boca, entre sollozos, fueron:


- "Mi bebé... ¿dónde está mi bebe?


- "Anda chiquilla no llores, que has tenido un niño precioso y está muy bien. Ahora mismo te lo traigo". Y se aleja a la sala contigua.


Yo estaba ansiosa por ver a mi niño. Casi no sabía ni dónde tenía la cabeza, pero las ganas de verlo eran irrefrenables. Silencio. A lo lejos se oye un llanto: ¡¡¡era mi niño!!! Estaría calentito allí en su cunita y lo molestaron, pobrecito. Veo venir a la enfermera con una cosita muy pequeñita y llorona en los brazos.


- "Toma, aquí lo tienes".


Fue ponérmelo encima y callarse inmediatamente. Qué sensación tan inexplicable cuando lo cogí por primera vez. Era mi hijo. "Por favor, qué cosita más bonita, ¿esto lo he creado yo?" "Qué pequeñito, ¿cuánto habrá pesado?" Miles de preguntas se me pasaban por la cabeza, pero no tenía fuerzas ni para preguntar. Casi no podía ni mover los brazos, pero saqué fuerzas para acunar a mi niño de tal forma que no se me moviera. Qué momento... la que haya sido madre me entenderá. Yo seguía con mi llantina, ahora más que antes, pura emoción.


A los cinco o diez minutos vuelve a venir la enfermera a comentarme que en un momento vendrían mis familiares a verme. "¡Quiero estar con mi chico y mi madre!" pensé. Pero me desilusioné cuando los vi aparecer por la ventana (sí, aquella a mi izquierda que estaba cerrada). Yo quería estar con ellos, que me abrazaran y me besaran, sentirme arropada... y no allí sola en una habitación fría y silenciosa. Pero bueno, había que conformarse, menos es nada. Cuanta emoción veía en sus caras. Allí estaban mi chico, mi madre, mi tío y mis suegros. Todos allí expectantes mirando al pequeñajo (supongo que a mí también, pero tenía que tener yo una pintas... jajaja). En la ventana había una especie de telefonillo del lado donde estaban ellos y de mi lado un altavoz. Me recordaba a una cárcel. Allí se fueron pasando el teléfono para hablar un poquito conmigo, aunque tampoco querían agobiarme.


Ya cuando se fueron, me quitaron al peque y se lo volvieron a llevar. "Luego te lo vuelvo a traer", me dijo la enfermera. "¿Cómo que luego te lo vuelvo a traer? Dame a mi niño, no te lo lleves, no lo separes de mí..." quería haberle dicho, pero no tenía fuerzas. Iba echando cabezadas, producto de los calmantes y parte de la anestesia. Iba viendo como entraban y salían parturientas, a todas les ponían a sus hijos al pecho, y yo allí me sentía marginada, sola y sin mi bebé... "¿Por qué ellas sí y yo no?", no me lo explico. Venían, me preguntaban qué tal me sentía, si me podía incorporar, análisis de sangre... yo ya me quería ir de allí, y solo hacía preguntar que cuándo me subirían a planta. "Un último análisis para comprobar una cosa y si todo está bien ya te subimos". Esos minutos se me hicieron eternos, quería que pasaran cuanto antes. En medio de todo esto volvieron a venir a verme unas dos o tres veces más, pero no me acuerdo muy bien. Ya sobre las 6 escuché la bendita frase: "te vas para arriba". Ufff se me hizo eterno el estar allí.


Ya a partir de aquí, los recuerdos son tenues. Tengo pequeños fragmentos de los dos primeros días, pero no del todo claros. El primero sé que tuve que estar 24 horas sin poderme levantar y apenas ni moverme, pero como estaba medio drogada casi no me acuerdo. El segundo ya empecé a levantarme con ayuda, llegaron las visitas, me hacían curas, podía andar un poquito, me levantaba a ver a mi niño allí metido en su cunita y poco más, los puntos tiraban y el ir enganchada a una vía me limitaba bastante el movimiento. Lo que sí recuerdo bien son los entuertos, aaaaaaaay madre, cómo duelen, y más con la cicatriz reciente. Entuertos van, entuertos vienen... cuando tenía puesto el calmante bien, pero cuando me ponían la oxitocina para ayudar a acelerar el proceso de "recolocación" bufff, deseaba que terminara cuanto antes.


Ya el tercer y cuarto día muy bien, andaba por los pasillos para no estar muy amodorrada todo el día, cogía a mi niño, le daba todo el amor y cariño que no me dejaron darle desde el principio, hablaba con mi madre/suegra/chico y todo el que pasara por allí, con mi madre me pegué un jartón de reír cojonudo la noche que se quedó conmigo... yo estaba acojonada por si se me saltaba algún punto, pero no podía parar de reírme, sus "cortocircuitos mentales" son dignos de recordar (mamá, algún día te dedicaré una entrada jajaja).


No recuerdo qué día fue el que me dijeron todo sobre mi niño: nació el día 11 a las 10:35 horas, pesó 2,690 kg., midió 48 cm., test de apgar 9/10.  ¡Pero qué pequeñito era! Si a mí el ginecólogo me dijo que venía un niño grandote, en la última ecografía pesaba según él 3,200 kg... no sé. El caso es que estaba muy sanito mi gordo, y yo la mamá más feliz. (No del todo por el tema de la lactancia, pero esto lo contaré más adelante).


Fueron cuatro días allí metida y no veía el momento de irnos a casa. El hospital agobia, MUCHO. Allí encerrada sin poder salir, la comida MALÍSIMA, personal que deja mucho que desear (la mayoría de enfermeras muy agradables, pero siempre hay excepciones)... y llegó el gran día: 15 de diciembre: ¡¡nos vamos a casa!! Me preparo, preparamos al peque, vuelven a revisarlo de arriba a abajo (escucha bien, perdió muy poquito peso (50 gr.), así que salió de allí pesando 2,640 kg.), en general muy bien. Lo metemos en el capazo y para el coche.


A partir de ese momento podíamos empezar a decir que somos una familia.

1 comentario:

  1. Aparte del gordito no podras decir q hayas tenido muy malos recuerdos en el hospital ,al menos nos reimos y seguro no se te olvidara en tu vida.jajjaja.TE KIERO GORDITA MIA.

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